A la hora de lanzarse a una aventura emprendedora y decidir, en ocasiones después de miles de vueltas y haber hecho más números que John Nash, convertirse en uno de estos nuevos valientes “buscadores de oro de Alaska” del siglo XXI, hay que ser conscientes de la importancia que supone una estética atractiva al presentar nuestro producto o servicio al mundo. Una buena marca, constituida por un buen nombre y un buen logo, va precedida de un buen estudio y un buen trabajo creativo. Una empresa debe cuidar su imagen porque, queramos o no, la imagen siempre cuenta. No lo es todo, desde luego, especialmente a medio o largo plazo. Pero a corto plazo, a primera vista y en las distancias cortas… ser guapo y atractivo (o guapa y atractiva) ayuda, al menos, a captar la atención. Luego, claro, hay que currarse lo demás y consolidar nuestra conquista con un buen trabajito: producto, seriedad, profesionalidad, eficacia, eficiencia, valor añadido, diferenciación, precio, calidad,...

Pero tenemos un proyecto especial y queremos una imagen especial. ¿Qué características básicas debe tener una marca?
Pues, para empezar, una marca debe ser distinta e innovadora, representada por un símbolo potente y único, de estética sugerente, que indique con determinación que abandera un producto o servicio de calidad, absolutamente superior a cuanto le rodea, que destaque con fuerza y con una incuestionable personalidad sobre todos los que compite. Nuestro James Bond particular en el casino. Como observamos a menudo en la naturaleza, en un entorno donde la competencia es, en la mayoría de las ocasiones, atroz, un buen despliegue de vistosos plumajes puede ayudar, en un momento dado, a inclinar la balanza de decisión de un cliente potencial. Realmente no hay nada nuevo bajo el sol…

La marca que representa a un proyecto (negocio, empresa, iniciativa, persona, etc) debe ser, además, apropiada, lógica. Quien la vea, quizá después de una breve y sencilla explicación, debe pensar sin querer “claro, no podía ser de otra manera”, consiguiendo de ésta forma el guiño de simpatía de quien la recibe. Uno de nuestros ejemplos que más me gusta en éste sentido ha sido en el ec2ce (uuupsss!). Breve explicación: es una empresa que se dedica al análisis predictivo. Es decir, a partir de una serie de algoritmos, datos históricos y otros parámetros de indescifrable incomprensión, son capaces de VER con un bajísimo porcentaje de error, comportamientos del mercado, como por ejemplo el precio del trigo el año que viene. Sus resultados son ec2ce, “Easy to See” (fácil de ver). Y ya está, el que oye la historia lo entiende perfectamente y probablemente la recordará con facilidad (y quizá acabe en telefonazo/email/clic/lo que sea…: conversión).

Este ejemplo también nos sirve para ilustrar otro factor importante a la hora de elegir una marca: debe ser fácil de recordar. Por favor, intentemos que nuestros adorados y deseados clientes potenciales no se sientan mayores y/o torpes y pongámosles fácil las cosas. Cuantas veces no nos ha pasado que nos presenten una nueva empresa y no podamos recordar su nombre 30 segundos después de que nos lo hayan dicho (si no antes). Pensemos en un nombre con sentido, con alguna historieta por detrás, cortito a ser posible, o simpático (no olvidemos el poder del humor), con un color, tipografía o estética que, de manera sutil, casi imperceptible, se convierta para nuestro amado cliente en una especie de regla nemotécnica subliminal que le ayude a recordarlo con la mayor facilidad posible. Todo un detalle que puede marcar en ocasiones la diferencia entre unos y otros proporcionándonos nuestro ansiado telefonazo/email/clic/lo que sea…: conversión.

La planificación siempre es útil, incluso a la hora de elegir marca. Aunque un proyecto, al principio, pueda ser pequeño, la perspectiva de sus fundadores no debería serlo nunca. Implantar una marca en el mercado o en la mente de los clientes es difícil y suele llevar mucho tiempo. Si por cambios en la estrategia del negocio nuestra marca pierde sentido y deja de ser apropiada habría que pensar de nuevo en todo lo dicho anteriormente, empezar desde cero. Es importante tener esto en cuenta y pensar en su adaptabilidad a los posibles cambios que pueda sufrir el proyecto en el futuro.

Por último, pero no menos importante, de hecho es fundamental a la hora de elegir un nombre para tu marca, es comprobar que esté libre en el Registro de Patentes y Marcas (www.oepm.es/) ¡y registrarla! Puede parecer un gasto prescindible en un principio pero no lo es. Son muchos los casos de empresas que tras lanzar con éxito un producto se ven envueltos en pleitos por no poder utilizar su marca en otros países o en el suyo propio.

Un consejito final: a la hora de buscar una marca para tu proyecto, tómate tu tiempo. Elabora un pequeño y simple briefing definiendo las características de éste e incorpora detalles, incluso subjetivos, que te resulten de interés. Si no tienes un gratuíto primo/hermano/vecina/amigo al que se le dé bien (pero que muy bien) éstas cosas, ponlo en manos de profesionales. Las agencias de diseño gráfico estamos, entre otras cosas, para esto. Vas a elaborar tu marca, que es, ni más ni menos, la imagen profesional que vas a mostrar al mundo y que, con suerte y esfuerzo, te puede acompañar durante mucho tiempo. Merece la pena invertir en ella. Debes sentirla como una segunda piel, que se ajuste a ti y te trasmita seguridad y comodidad. Evidentemente una imagen no es la clave del éxito, pero seamos realistas: “estar bueno” siempre ayuda.